Tras prospectar la cola del pozo salgo de mi ensimismamiento. Alguien parece haber dado la orden de encender las cigarras de nuevo. Me sorprendo: ¡hace un momento era sordo a ese estruendo infernal!
Avanzo unos metros y sigo con la exploración. Las cigarras se apagan otra vez. Nada.
Me voy acercando a la cabecera, y a punto de dar el pozo por perdido veo el pez: una hermosa trucha común patrulla la orilla opuesta a lo largo de un parche de agua lentísima, salpicada de todo tipo de materia vegetal flotante. Grandes bocados rompen la calma de la superficie aquí y allá. El pez, en su pausada búsqueda, no sigue un patrón definido sino un camino errático e imprevisible aguas arriba y abajo. No acierto a ver lo que come; fío la elección de la mosca a lo que me sugieren el “cri-cri” de las chicharras y el fuerte viento.
El escenario, sin embargo, plantea una situación más difícil de solventar.
En la cabecera el pozo se estrecha, con una vena de corriente muy rápida en el medio; el pez se mueve siempre más allá de la corriente fuerte; “¡por supuesto!”, me susurra Murphy.
Desde mi posición, obligado a tirar cruzado, el lance extendido más amplio del que soy capaz no es suficiente para contrarrestar la gran diferencia de velocidad entre las dos masas de agua, y ya no puedo desplazarme más río arriba para cambiar el ángulo de presentación.
Con sus constantes cambios de posición la trucha recorre todos los puntos cardinales; así que tengo que consumir tiempo esperando a que no mire en mi dirección antes de poder tirarle. Tanto inesperado vaivén en su rumbo arruina unos pocos tiros medio buenos; y cuando acierto a colocar la mosca en su campo de visión, una deriva antinatural, casi inmediata, no atrae sino miradas desdeñosas.
Es una de esas escenas en las que hasta los relojes se detienen, pero las tripas me dicen que en la realidad de ahí afuera ya ha transcurrido demasiado tiempo, y aunque por ahora no la haya pifiado como para que el pez se alerte, no puede quedarme mucho más.
Por fin la trucha se decide a explorar terreno nuevo, río abajo de lo habitual. La sigo por mi orilla y alcanzo un punto en el que la corriente problemática se amansa un poco. El pez está a unos quince metros por debajo de mi posición; ya no estoy obligado a lanzar cruzado, ¡ahora puedo tirar aguas abajo!
Un amplio lance extendido… y la línea se posa cortando el tiro principal en un ángulo de solo unos 30 grados. ¡Vaya diferencia! La deriva aguanta, y la trucha —esta vez sí— se dirige resuelta hacia mi “bicho” de foam y patas de goma.
Cuando, por fin, el pez entra en la sacadera, alguien vuelve a encender las cigarras. No llevo reloj, pero el estrépito chicharrero, la posición del sol y los 12 km que me quedan hasta la Campervan me devuelven a otra realidad: ¡Date prisa! ¡Vas a llegar de noche, y alguien va a estar preocupado por el viejo!

SOLO MOSCA SECA AGUAS ARRIBA
O, en su versión original, Upstream Dry Fly Only, es la norma más que centenaria que aún rige en los chalkstreamsbritánicos. Y así, Ernest Schwiebert escribía en 1977 (i):
El código de la mosca seca elaborado por Marryat y Halford todavía pervive en el río Test… El código de Halford era muy rígido: todos los lances deberían ser aguas arriba o, a lo sumo, a 90 grados con la corriente, y todas las técnicas se centraban en conseguir una deriva libre de dragado…
Ese tal Halford que cita el autor estadounidense es célebre por la famosa controversia pública “seca versus ninfa” que mantuvo a finales del siglo XIX con un tal Skues, y en la que se destacó por su postura ultra ortodoxa en favor de las moscas flotantes; desde entonces se acostumbra tomarlo como chivo expiatorio que purgue todas las veleidades “puristas” de épocas posteriores.
Pero veamos lo que, allá por 1886, opinaba realmente el propio Halford al respecto de cómo enfocar la pesca a —por supuesto— mosca seca, en un chalkstream (ii):
Donde sea posible, hay que mantenerse fuera del campo de visión del pez agachándose, arrodillándose, o vadeando por debajo de él, y lanzar aguas arriba de forma que la mosca se pose por encima del pez a una distancia que puede variar desde el metro y medio hasta tan solo 30 centímetros…
Y dos párrafos más adelante, afirma (el subrayado es mío):
Sin embargo, hay ocasiones, ya sea debido a obstáculos naturales en la orilla o a otras causas, en las que es imposible pescar una postura si no es lanzando directamente, o casi directamente, aguas abajo; desde esa posición es frecuente que una mosca seca bien presentada resulte eficaz…
Para ejecutar esta técnica hace falta usar más línea de la que nos separa del pez, y, al lanzar, la mano de la caña debe pararse muy firmemente para tirar de la mosca hacia atrás de forma que se pose con línea floja tras de ella*; entonces hay que bajar la mano gradualmente para permitir a la mosca “derivar” sin dragar sobre el punto donde el pez se está cebando.
* Curiosamente, mi mentor en las técnicas aguas abajo, Željko Prpić, lo explica de una forma muy similar a la de Halford: “Lance corto, línea larga”.
Vamos, que en realidad la estricta ortodoxia de Halford no le impedía recurrir a las presentaciones aguas abajo cuando la ocasión lo requeriese. Y a juzgar por su acertada descripción de las claves básicas de su ejecución, parece que esa técnica era más habitual en él de lo que se podría suponer.
Pero volvamos al siglo XX, y acompañemos a Schwiebert en el Test:
Sin embargo, tengo que reconocer que la mejor trucha que cogí en Chilbonton-on-Test fue con una mosca seca presentada aguas abajo…
Obviamente, el pez comprendía las reglas que prohibían lanzar aguas abajo, puesto que era imposible cogerlo lanzando aguas arriba o cruzado…
Halford y Marryat habrían considerado mi presentación como una herejía inaceptable, y sin embargo los más hábiles entre los pescadores de Estados Unidos, cuando se trata de peces selectivos, se inclinan cada vez más por una presentación aguas abajo.
Con todo respeto, debo discrepar con el autor: a la vista de lo que el propio Halford dejó escrito, pienso que lejos de escandalizarse con la solución de Schwiebert, la aplaudiría.
En fin, que por mucho que indago en la literatura —clásica y contemporánea— no llego a encontrar una explicación racional a una norma tan singular como estricta; a tanto llega el rigor, que en la información relativa a un tramo concreto de determinado río topé con un curioso añadido a la regla principal:
La mosca, presentada aguas arriba, no podrá derivar nunca aguas abajo de la posición del pescador.
En mi opinión, constreñirse a observar el río únicamente corriente arriba no es sino una tradición más; y como tantas otras tradiciones, al perpetuarse acaba por perder su sentido —si es que lo tuvo alguna vez—, para mostrarse como mero prejuicio. Como en la historia de los monos y los plátanos.
Pero bueno, también hay quien considera que camisa blanca, corbata y chaqueta de tweed —cuyos bolsillos podrían contener trazas de sandwich de pepino—, es la indumentaria que todo caballero respetable debería lucir en la práctica de la pesca, dando así el toque final de elegancia al lema upstream dry fly only.
Cuestión de gustos, al fin; y si sobre gustos no hay nada escrito escoja cada cual libremente el suyo particular, pero eso sí: hágalo con conocimiento de causa.

DISIDENCIA
Cuando Schwiebert relataba sus experiencias en la estirada Inglaterra, mencionó de pasada a algunos pescadores de su Estados Unidos natal, que ya entonces osaban saltarse el sagrado mandamiento de solo aguas arriba. Muchos años después, durante mi primera visita al Henry’s Fork, yo mismo pude comprobar en directo a qué se refería el autor con su misterioso comentario, pues los pescadores que frecuentan ese río hace décadas que decidieron ignorar la estricta disciplina británica; de hecho, en ese rincón de Idaho, la “regla” —implícita; de ahí el entrecomillado— es la opuesta:
Mosca seca aguas abajo.
La diferencia es que en el Henry’s Fork nadie pretende imponer esa norma… si exceptuamos a las truchas que lo pueblan, claro.
Un vistazo al escenario del tramo más famoso del río, el Railroad Ranch, descubre una gran llanura herbosa y desarbolada. El cauce, de anchura considerable, relativamente poco profundo, de fondo uniforme de cascajo fino y vadeo cómodo, se retuerce como la muda de una enorme serpiente.
En fin, ningún impedimento a la vista que dificulte la presentación de nuestra mosca; no habría, pues, justificación para un enfoque aguas abajo según la filosofía del viejo Halford.
Pero esa aparente falta de obstáculos no es más que una ilusión: basta con hacer los primeros lances para descubrir que el problema es la corriente misma, o más bien, el abigarrado escenario de corrientes indescrifrables que se tejen y destejen sobre una superficie ilusoriamente tersa.
Las dificultades no están en las orillas cubiertas de árboles, los troncos muertos atravesados en la corriente o las presas de castores… sencillamente porque no los hay. ¿Qué sucede, entonces?
Lo que ocurre es que los obstáculos no se aprecian a primera vista, porque están sumergidos: la gruesa capa de vegetación subacuática, cortada aquí y allá por imprevisibles canales que dividen sus matas, genera una hidráulica caótica que se manifiesta en un enredo de venas de corriente empeñadas en arruinar cualquier intento de deriva muerta; un fenómeno habitual en otros ríos calizos, incluyendo los británicos; y no solo en ellos.
Gary Borger escribe en su obra Fishing the Film (2010):
La táctica de presentación cruzada aguas abajo es tan efectiva que para mí es el método número uno de presentar una mosca seca, cualquiera que sea el escenario.
Y continúa:
Las ventajas de una presentación en deriva muerta cruzada aguas abajo son:
1.- La mosca llega al pez antes que la línea y el bajo.
2.- Bien ejecutada, también mantiene la línea lo bastante lejos del pez de forma que no se espante.
3.- Probablemente es la manera más efectiva de conseguir una deriva muerta, tan necesaria con peces muy selectivos.
4.- Y, de hecho, es la mejor forma de colocar la mosca con precisión en el carril de alimentación del pez en cada lance.
Y en su vídeo Dry Fly Fishing (1983) se le puede ver predicando con el ejemplo (minutos: 26, 28, 42, y especialmente a partir del minuto 50).
Personalmente, yo añadiría una ventaja más a las enumeradas por Gary: la posibilidad de hacer derivas muertas de, incluso, toda la línea completa; algo especialmente útil pescando al agua.
Con todo, en mi opinión, la ventaja más importante de la técnica aguas abajo es, como menciona Gary, su facilidad única para conseguir presentaciones que resultan impensables de otra manera: derivas libres de dragado, especialmente en esos escenarios enrevesados en los que una presentación correcta resulta muy complicada.
No es de extrañar pues que Mike Lawson —nacido y criado en el Henry’s Fork y considerado el mayor experto en ese río—, en su libro Spring Creeks,
en el que desmenuza todos los aspectos de la pesca en ríos calizos —y en particular en su río natal, el mayor spring creek de Norteamérica— ofrezca ilustraciones técnicas que, en su mayor parte, muestran a un pescador presentando su mosca río abajo.
Lástima que en los tiempos de mis visitas al Henry’s Fork todo esto me sonara extremadamente raro; así que, a causa de mi ignorancia, no volví a prestar más atención al tema.
Me topé de nuevo con el asunto seis años después, en Eslovenia. Allí, un pescador con muchas tablas me mostró en la práctica la diferencia de atacar un pozo profundo desde arriba hacia abajo, para conseguir las derivas largas y perfectas que exigían los tímalos que se arrancaban desde el fondo. Y esta vez no se trataba de un spring creek.
Lo que en mis visitas al Henry’s Fork me había sonado tan raro, ahora empezaba a cobrar sentido.
Posteriores viajes me descubrieron algo que a estas alturas ya no será una sorpresa: en los Balcanes el tema aguas abajo, lejos de ser un recurso ocasional menor es el enfoque de referencia. ¿Qué tienen en común los Balcanes con el Henry’s Fork?: pues que hablamos fundamentalmente de spring creeks de corrientes desesperantes, habitados por peces que no admiten la más mínima tensión en la deriva de la mosca.
Así que, por fin, decidí aprender la técnica de la mano de un maestro bosnio. A estas alturas, lo único que tengo que lamentar de esa decisión es no haberla tomado antes.

PROBLEMA:
Por muy lisa que luzca, la corriente de un río no es un todo parejo. Sí, en algunas circunstancias puede exhibir un flujo bastante laminar, en el que el agua se mueva en capas paralelas sin entremezclarse y cada partícula siga una trayectoria relativamente uniforme, pero es algo poco común. Lo más habitual es que el flujo sea más o menos turbulento, caracterizado por un movimiento irregular de las partículas del fluido. En fin, la masa de agua de un río no es algo monolítico e indistinto, sino un constante entrecruzarse de venas de diferente anchura, caudal, velocidad y dirección. No todos los ríos ni todos los tramos son de corrientes igualmente turbulentas, claro está, pero conviene tener presente que, por plácida que parezca, el agua de un río semeja más un caos de hilos líquidos que un terso tapiz de urdimbre perfectamente alineada.
La velocidad y dirección de la corriente varían considerablemente a través de la anchura del río, debido al rozamiento con el fondo y las orillas; ambos parámetros se ven especialmente afectados por los obstáculos presentes en el sustrato, como grandes piedras, troncos o matas de vegetación sumergidos. Este último factor, la vegetación subacuática, es la seña de identidad de los ríos calizos (los chalk streams o spring creeks de los anglosajones); un hábitat ideal para los macroinvertebrados acuáticos, cuya abundancia es, a su vez, un regalo para peces y pescadores.
Pero en esa frondosa vegetación sumergida también está el origen de múltiples y laberínticos tiros de corriente (más desquiciados cuanto más cercana a la superficie esté la vegetación) que plantean especiales dificultades a la hora de proporcionar a nuestra mosca una deriva muerta. Son pues el escenario ideal —que no exclusivo— para poner en práctica el enfoque aguas abajo.
Sorprende la abundancia de literatura referente a la entomología de pesca y al montaje de los patrones de moscas artificiales que le den cabida, en contraposición a la escasa información sobre cómo hacer que esos patrones tan depurados se comporten de forma natural. Y así, no es extraño ver a pescadores ajenos a las sutilezas del dragado, cambiando una mosca tras otra sin haberse cerciorado de si las derivas de los patrones descartados eran realmente aceptables. Con peces exigentes la más sutil de las tensiones en la deriva de la mosca supondrá un fracaso; con la importante particularidad de que esa tensión, para ser problemática, no necesita poner la mosca a hacer esquí acuático; basta con que la artificial derive una pizca más lenta, más rápida o se desvíe mínimamente de la dirección marcada por la vena de corriente en la que se encuentre, para que el pez pierda interés; si es que llega a mostrar alguno en primer lugar. Este interesante vídeo aporta algunos elementos a considerar.
Si buscamos una única característica común a todas las cosas flotantes que se comen las truchas que muestra el vídeo (sean insectos o simples restos vegetales o animales), lo que tenemos es, sencillamente, una deriva muerta. Si deriva libre, incluso un pequeño palito puede ser confundido con alimento. Material para reflexionar sobre el papel real de la “exactitud” de los patrones al uso. Pero eso es otro tema.
¿Quiere esto decir que “presentación” está por encima de “imitación”? Pues después de tantos años de debate estéril mi opinión es que ésa es una falsa dicotomía, porque presentación e imitación vienen a ser como las dos caras de una misma moneda. La presentación es el elemento clave que decidirá el comportamiento de nuestra mosca en el agua, y el comportamiento forma parte intrínseca de la esencia de cualquier ser vivo. Así, una mosca que no se desplace en la dirección de la corriente en la que se halle y a su misma velocidad, no es una buena imitación de nada, por muy sugerente o real que parezca el patrón en cuestión y por más conseguido que sea su color y tono.
En la pesca a mosca, nuestra conexión con el señuelo no es un finísimo trozo de monofilamento sino la línea, un “cordón” de peso enorme si lo comparamos con la fracción de gramo que pesa nuestra imitación.
En el caso de un tira y afloja está claro cuál de los dos contendientes va a ganar. Y eso es precisamente lo que se produce al presentar todo el conjunto en el agua: cuando la línea se posa, diferentes secciones a lo largo de su longitud pueden ocupar diferentes venas de corriente, de velocidades y direcciones distintas. Imaginemos el escenario más simple: un tramo recto de un río en el que vamos a presentar la seca a un pez que come en la orilla opuesta a la nuestra con un tiro cruzado a 90º; bajo y mosca, que se posan cerca de la otra orilla, están afectados por una corriente más lenta que la sección de línea que ocupa el centro del río. La consecuencia es que la parte del conjunto que viaja más rápido tira de la parte más lenta, y la mosca pronto empezará a comportarse de forma antinatural.
En suma, el “rayado” de la mosca es un visitante que tarde o temprano llamará a la puerta. Así, y puesto que presentación equivale a imitación, antes de pensar en cambiar de mosca estudia su deriva muy atentamente; ¡estudiarla, no mirarla distraídamente! Y no busques “esquí acuático”, que eso es evidente, sino la más mínima tensión o retraso de la mosca.

SOLUCIÓN:
Considerando línea, bajo y mosca como un conjunto de tres elementos, se pueden distinguir varios aspectos básicos para poner en perspectiva el problema de la deriva libre de la mosca:
1.- Al empujar el extremo de un hilo flexible —línea y monofilamento, por ejemplo—, el extremo opuesto no se mueve. En cambio, tirar de un extremo de cualquier hilo acaba por desplazar el otro extremo. De ahí la necesidad de generar línea floja en circunstancias en las que, debido a la diferencia de velocidades entre dos corrientes distintas, una parte del conjunto pueda llegar a tirar de otra.
En la práctica, esto supone que si la línea tira del bajo la mosca se moverá; sin embargo, si la línea “empuja” el bajo la mosca ni se inmuta, porque empujando no se puede desplazar el terminal.
Esto explica la ventaja a priori de la presentación aguas abajo. Por supuesto, se trata de una simplificación, pero sirve como base de análisis.
2.- Hay que procurar que la línea corte la menor cantidad posible de venas de corriente distintas, para tratar de evitar que la línea presente panzas acusadas por efecto de diferentes tiros de corriente; cuantas más venas distintas cruce la línea, más posibilidades de que se generen barrigas problemáticas.
En la vida real es prácticamente imposible evitar ondulaciones de la línea de mayor o menor grado, pero la propia línea dibuja la radiografía de las, a veces invisibles, corrientes que la afectan; así que en cuanto aparezca el más mínimo amago de panza —especialmente si se produce cerca de la punta de la línea—, ¡corrección!
3.- con independencia de si nos encontramos aguas arriba o abajo del pez, debemos tener en cuenta un importante principio:
Para que ninguna sección del sistema pueda tirar de otra, la parte del conjunto situada en la masa de agua más lenta debe quedar siempre aguas abajo de la situada en la masa de agua más rápida.
En la práctica, y simplificando mucho, podemos hablar de dos situaciones básicas:
A) Presentación de la mosca en una vena de agua lenta; pescador situado en una vena de corriente más rápida que la flanquea:
Una presentación aguas arriba raya instantáneamente si no hay bastante flojedad en el sistema.
Una presentación aguas abajo permitirá conseguir una deriva libre mucho más fácilmente.
B) Presentación de la mosca en una vena de agua rápida; pescador situado en una vena de corriente más lenta que la flanquea:
Una presentación aguas arriba permitirá una deriva libre mucho más fácilmente.
Una presentación aguas abajo raya de inmediato si no hay bastante flojedad en el sistema.
Con estos conceptos en mente llega el momento de centrarse en el lanzado, combinando, según pida el escenario, técnicas de apilado, extensión, paracaídas, rebote y correcciones aéreas y acuáticas; pero este es un tema que requeriría —al menos— otro artículo.
Solo la práctica puede decirnos cuáles de esas técnicas aplicar en cada circunstancia: la presentación no es un aspecto que deba fiarse a la suerte.
Un vídeo para mostrar de forma somera de qué estamos hablando:
Finalmente, entre quienes no lo conocen, el enfoque aguas abajo habitualmente choca con una reticencia:
“Es que desde aguas arriba estás a la vista del pez…”
Cierto, como cuando se pesca a mosca ahogada al swing, ¡y son incontables las truchas y salmones que desde tiempo inmemorial han venido respondiendo positivamente a esa técnica!
Cualquier pescador con tablas sabrá superar ese inconveniente allá donde las condiciones lo hagan posible; teniendo en cuenta que, por supuesto, no todos los escenarios se prestan a ello.
En fin, estos son los elementos básicos que definen un recurso más; —uno más, y es importante hacer hincapié en ello—, porque no se trata de cambiar de paradigma y crear un nuevo dogma, sino, sencillamente, de ampliar el surtido de nuestra caja de herramientas, y también nuestra visión, para hacernos más adaptables.
Parafraseando a Bruce Lee: Be water, my friend!

EPÍLOGO:
Mientras hago las últimas correcciones a este artículo me demoro en esa trucha cuya historia da inicio al texto; y pienso que el habitual “es que siempre se ha hecho así”, jamás ha sido motor de avance o mejora alguna. De haber hecho las cosas “como siempre se han hecho” no habría tenido oportunidad de disfrutar ese pez, remate de una jornada especialmente dura que gracias a él se tornó en digna de rememorar.
Y así, quizás, un día llegues a ese árbol de ramas colgantes que arropan la orilla socavada; ramas salpicadas, quizás, con restos de moscas caídas en acción; cobertura de lo que, quizás, sea la morada de un buen pez. Y quizás adviertas que en algún punto río arriba, la maraña de ramas se adelgaza hasta esfumarse; y que situado aguas arriba de ese hueco limpio de la orilla, colocar la mosca en la vena justa ya no semejará los ensayos de un aprendiz de malabarista. Puede, también, que acompañes con tu caña la, quizás, perfecta deriva aguas abajo de tu mosca, hacia allá, hacia la sombra al fondo del tunel. Quizás te sorprenda ver asomar una bocaza confiada; quizás la sorpresa no doblegue tu temple y aguantes lo justo para no privar al pez de su bocado. Quizás.
Deja un comentario