Nací en el año 1955 en Tudela (Navarra). Una vez acabada mi licenciatura en Veterinaria (1978) me traslade a vivir a Zaragoza, lugar en el que ha transcurrido toda mi vida profesional (acabo de jubilarme) en un Centro de Investigación dependiente del Gobierno de Aragón y la Universidad de Zaragoza. Realicé mi Doctorado en la Universidad de Zaragoza (1986) y me especialicé en la investigación de la brucelosis, una enfermedad que se transmite de los animales al hombre, aunque jamás olvidé las truchas. De hecho, a mediados de los 80 iniciamos en mi laboratorio el primer estudio de caracterización genética de las truchas en Aragón y pusimos en evidencia los estragos que estaban ocasionando las repoblaciones masivas con truchas comunes de origen Centroeuropeo. Me inicié en la pesca de la mano de mi tío Manuel y a los 12 años ya pescaba nuestras maravillosas truchas en los pequeños ríos del Parque Natural del Moncayo (Morca, Morana y Queiles) y en algunos ríos de Soria (Avión, Milanos, Ucero y Duero). Lamento decirlo pero la cucharilla, el cebo natural y el buldó no se me daban mal y durante aquellos primeros años, aunque nunca me han gustado para comer, sacrifiqué miles de estos maravillosos peces. Afortunadamente, me di cuenta del sin sentido de sacrificar a nuestras amigas y por mi cuenta comencé a soltarlas todas ya hace muchos años. A principios de 1980 me hice socio de AEMS (por entonces Asociación Española para el Estudio y Mejora de los Salmónidos), organización en la que todavía milito activamente como presidente de su Comité Local en Aragón desde prácticamente mediados de 1980. Soy miembro del Consejo de Pesca de Aragón desde hace más de 30 años. Como testigo del declive ocurrido en nuestras poblaciones autóctonas de trucha común he escrito varias monografías y artículos al respecto, siendo un enemigo acérrimo de las repoblaciones. La conservación de nuestros exclusivos ecotipos nativos de trucha común depende en gran parte de nosotros los pescadores. Hemos de ser vigilantes del buen estado ecológico de nuestros ríos (convertidos desafortunadamente en los desagües de nuestra civilización), hemos de involucrarnos activamente en objetivos de preservación y restauración ambiental y, entre ellos, todos deberíamos ser absolutamente beligerantes con las repoblaciones, con las especies alóctonas y con la concepción que algunos tienen de los ríos como meros instrumentos lúdicos o comerciales.
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