CONECTIVIDAD FLUVIAL

Los seres humanos tendemos a buscar explicaciones –y soluciones– simples a problemas complejos. ¿os suena eso de… “La culpa es del cormorán…” o “Esto se soluciona repoblando”?

Para no caer en este error, es clave que los pescadores tengamos unos mínimos conocimientos de ecología acuática que nos permitan entender lo más básico: Nuestra afición se desarrolla en ecosistemas muy complejos, con interacciones muy complejas y difíciles de explicar y predecir y por eso debemos ser muy cautos a la hora de señalar culpables del deterioro de las poblaciones de peces o de proponer soluciones.

Con este artículo, más del ámbito divulgativo que científico, trataré de ayudar a reflexionar, recordar, reordenar o simplemente reflexionar sobre los efectos de las presas y azudes sobre los ecosistemas acuáticos.

Hay alteraciones de los ecosistemas muy evidentes -un vertido- con efecto en el corto plazo y otras cuyos efectos no son visibles pero que en el medio y largo plazo suponen cambios enormes y en muchos casos irreversibles. Las presas y azudes se encuentran en los dos caso.

Un poco de contexto:

Con más de 1.000 infraestructuras, España está entre los países del mundo con mayor número de grandes presas, detrás de gigantes como China, EEUU y la India, a la par con México, Canadá o Sudáfrica y con un 50% más que el siguiente país europeo (Francia).i

El 50% de las grandes presas de España tienen más de 50 años de antigüedad.ii

Si nos vamos a infraestructuras de menor tamaño los datos son abrumadores, según los resultados del proyecto europeo AMBER, recientemente publicados en la revista Nature, en los ríos europeos nos podemos encontrar una barrera cada 1,3 Km iii

Y ahora que sabemos las presas y azudes que hay ¿Qué suponen para los ecosistemas acuáticos?

Tratando de simplificar podemos clasificar las afecciones en dos grandes grupos:

  1. 1)  Barrera al tránsito de organismos -de subida y de bajada-, lo más evidente
  2. 2)  Cambio de las condiciones hidráulicas aguas arriba y aguas abajo – y todas lasconsecuencias que ello implica

El resto de los efectos de las presas y azudes sobre los ecosistemas se pueden englobar en uno de estos grupos, como explicaré un poco más adelante.

Comencemos con el efecto barrera:

Por motivos evidentes me voy a centrar en los peces, pero quede claro que las presas también son un obstáculo para muchas de las especies que forman parte de los ecosistemas: mamíferos, anfibios, insectos…

Prácticamente todas las especies reófilas -aquellas que viven en aguas que fluyen- realizan migraciones a lo largo del eje longitudinal de los ríos, los principales son los movimientos reproductores, aguas arriba, en busca de aguas frescas y sustratos adecuados (en el caso de las especies catádromas, como la anguila es justo al revés)

Y tanto o más importante, los movimientos aguas abajo, de los propios reproductores, una vez que han cerrado el ciclo y de los alevines que descienden para “repoblar” los tramos medios y bajos. Muchas veces, especialmente en azudes de hidroeléctricas se obvia esta segunda parte que es tan importante como la primera.

Y ¿qué supone para las poblaciones de peces?

Los azudes y presas, incluso disponiendo de escalas u otros dispositivos de franqueo, en muchos casos suponen una barrera infranqueable para muchas especies con lo que ello conlleva: Reproducción en lugares no óptimos, fragmentación de poblaciones y sus implicaciones en la pérdida de variabilidad genética y elevadas mortandades en el descenso aguas abajo.

Todo esto se ve agravado por el efecto acumulativo que tiene la sucesión de obstáculos

Esta barrera a la migración no solo perjudica a las poblaciones de peces, sino a muchas especies que dependen de ellos. El remonte de los peces es el mecanismo natural de ascenso de nutrientes en contra de la gravedad, el caso más paradigmático son las grandes de migraciones de salmón del pacífico y todas las especies que dependen de ellos para su alimentación.

Efectos derivados del cambio de condiciones hidráulicas:

Tanto o más graves son los efectos derivados de los cambios en las condiciones hidráulicas, tanto aguas arriba como aguas abajo.

Comencemos con la formación del embalse: El agua disminuye su velocidad y aumenta su superficie, esto puede quedarse en la formación de una “tabla” si hablamos de un pequeño azud o de un embalse de cientos de kilómetros en el caso de grandes presas.

Y eso ¿qué supone?

  1. 1)  Reducción de los tramos de río de aguas corrientes
  2. 2)  Acumulación de sedimentos y nutrientes
  3. 3)  Cambios en las condiciones físico-químicas del agua

El primero es evidente, estamos transformado ecosistemas fluviales en ecosistemas lacustres para los que las especies ibéricas están menos adaptadas y donde se ven favorecidas las especies de peces exóticas y algunas especies ictiófagas como el cormorán (estos dos temas tienen miga, así que los dejamos para otro día…)

Los sedimentos y la materia orgánica se acumulan por la propia barrera y por el descenso de la capacidad de transporte y eso significa que no llegan donde tienen que llegar (aguas abajo) y que generan problemas en el propio embalse: colmatación y eutrofización.

Por último, debido a procesos complejos, también relacionados con la acumulación de nutrientes, parámetros como la temperatura, el oxígeno disuelto o el pH cambian drásticamente.

Esto lo que provoca es que normalmente después de la creación de un nuevo embalse son las propias especies autóctonas las que lo colonizan, pero con el tiempo acaban siendo desplazadas por otras más adaptadas (especies, por cierto, que suelen llegar en coche, pero como decía antes, eso lo dejamos para otro día…)

Y ¿qué pasa aguas abajo? El manejo hidráulico es la clave.

En muchos casos los azudes apenas cambian el régimen de caudales aguas abajo, pero en otros muchos, principalmente en las hidroeléctricas y en los grandes embalses de regadío, los cambios son muy severos.

Desde hace ya años se está cambiado el concepto tradicional de “caudal ecológico” que se entendía como un caudal mínimo, por un concepto mucho más avanzado, el de “régimen de caudales ecológicos” que tiene 5 componentes principales:

  1. 1)  Caudal mínimo
  2. 2)  Caudal máximo
  3. 3)  Distribución temporal (cómo cambian los caudales anteriores a lo largo del año)
  4. 4)  Tasas de cambio aceptables (variaciones bruscas de caudal)
  5. 5)  Régimen de crecidas (caudal, duración, época y tasas de ascenso y descenso)

Los cambios en estas componentes de los caudales provocan severas alteraciones en los ecosistemas. Algunos ejemplos: En los grandes embalses dedicados a regadío, los caudales de verano son mucho mayores que los de invierno, esto favorece a algunas especies (la trucha, por ejemplo) frente a los ciprínidos autóctonos (madrillas, bogas, bermejuelas…) auténticas joyas que tenemos que conservar. En otros casos, grandes cambios bruscos de caudal pueden dejar frezaderos en seco o arrastrar las frezas o alevines.

Mas allá de estos ejemplos simples, al alterar el régimen de caudales -y la aportación de nutrientes y sedimentos, como veíamos antes- se altera el funcionamiento y estructura de los ecosistemas acuáticos y terrestres asociados, lo que afecta, lógicamente, a las especies que los habitan.

Otros impactos más allá de los ecosistemas acuáticos:

Hasta aquí hemos hecho un repaso somero de cómo las presas alteran los ecosistemas acuáticos, pero creo que es interesante comentar otras dos afecciones importantes:

  1. 1)  Emisiones de metano. La materia orgánica que se acumula en el fondo de los embalses es digerida por bacterias en condiciones anaerobias lo que provoca importantes emisiones de metano a la atmósfera. El metano es uno de los principales gases de efecto invernadero.
  2. 2)  Impactos sociales, derivados del desplazamiento de personas por inundación de pueblos o de los riesgos de las poblaciones aguas abajo de grandes infraestructuras

¿Qué podemos hacer para mejorar la situación?

Y para finalizar, sabiendo que no hay recetas mágicas y que no debemos caer soluciones simples para problemas complejos, sí que se podría empezar por cosas muy concretas que mejorarían la situación actual de los ecosistemas acuáticos afectados por presas y azudes que, por cierto, la legislación europea nos obliga a hacerlo:

  1. 1)  Eliminación (por cuenta de los promotores) de todas las obras obsoletas o en desuso
  2. 2)  Minimización/compensación de los efectos de las actuales presas y azudes. En muchos casos, sin coste alguno, o muy bajos, se podrían mejorar los ecosistemas afectados.
  3. 3)  Evaluación real y científica del impacto en nuevas obras y ampliación de concesiones. Esto es clave, si se hubieran valorado correctamente los impactos de algunas presas sobre los ecosistemas acuáticos, nunca se habrían construido

Y para los que habéis llegado hasta aquí -muchas gracias por vuestro tiempo- espero que a partir de ahora cuando estéis en el agua caña en mano y os encontréis una presa o un azud, lo veáis desde otra óptica y os preguntéis cómo estará afectando a los ecosistemas y sus habitantes.

Gonzalo Alonso de Santocildes
Gonzalo Alonso de Santocildes

Fotografías de Álvaro G. Santillán

i International comission on large dams (https://www.icold-cigb.org/)
ii Real Decreto 264/2021, de 13 de abril, por el que se aprueban las normas técnicas de seguridad para las presas y sus embalses
iii Belletti, B., Garcia de Leaniz, C., Jones, J. et al. More than one million barriers fragment Europe’s rivers. Nature 588, 436–441 (2020).

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