A los 13 años, concretamente en 1997, realicé mi primer viaje de pesca con mi padre. Visitaríamos el Pantanal Mato Grossense en Brasil, país donde crecí y viví hasta los 27 años, antes de decidir venir a España. Desde muy pequeño soñaba con realizar una aventura de esta magnitud, nuestra misión era nada menos que pescar lo que llamábamos el Rey del Río, uno de los peces más famosos y fabulosos de Brasil y Sudamérica.
Han pasado veintitrés años y en 2020 mi vida tomaría un rumbo completamente distinto, renunciaría al trabajo estable que tenía en Barcelona y viajaría miles de kilómetros hacia la Amazonía boliviana. Esta vez en busca de otro sueño, fotografiar la temporada de pesca del que había sido el primer objetivo de vida planteado en los años 90, el dorado.

La Amazonía, considerada la selva tropical más grande del mundo, representa el 43% del territorio nacional de Bolivia. Abundante en biodiversidad y riquezas naturales, nuestra aventura se desarrolla en el departamento del Beni, un precioso lugar que hoy lamentablemente sufre con el crecimiento de la minería y la extracción de madera, entre otras riquezas. Hogar de variadas tribus indígenas, algunas nunca contactadas. Es aquí donde estaremos durante esa temporada.
La lluvia deja de caer unos días y nos permite acceder a la zona donde pasaremos los próximos meses. Partiendo desde Santa Cruz de la Sierra, un viaje de aproximadamente 2 horas y media, sobrevolando densos bosques, ríos y pantanos. Nuestro lugar de aterrizaje es una tribu indígena de la etnia Tsimane.
Estamos en la pospandemia, hace 2 años que nadie viaja a este lugar y Nelson, un ex piloto del ejército boliviano, solo tiene un punto indicado en el GPS, pero al igual que nosotros, será la primera vez que aterriza aqui. Hacia ya un par de horas o 3 en el aire y no encontrábamos la pista de aterrizaje cuando, de repente, en un giro repentino, nuestro piloto nos dice: ́ ́Encontré la pista´´. Con una maniobra extrema a la izquierda, el avión hace un giro rápido y pasa 10 metros sobre los árboles (el corazón casi se me salta por la boca). Logramos un aterrizaje perfecto, el césped medía metro y medio lo que no nos permitia ver la pista, la aventura apenas comenzaba.

Nos dirigimos hacia nuestro campamento principal, Casare Lodge, ubicado a orillas del río ”Casare” (que significa Dorado en el idioma Tsimane), una estructura rústica pero lujosa. Aquí estamos a 3 días en barco desde el pueblo más cercano y horas de vuelo desde de la ciudad, lo que hace que la experiencia sea aún más desafiante, salvaje y rica. Estamos aislados en un sítio donde muy pocas personas han tenido la oportunidad de poner los pies.
Imagínate cómo sería la vida en las ciudades hace 100 años, o la vida en los pueblos. Aquí expuestos a las inclemencias del clima amazónico, nos reconectamos con un modus operandi diferente al que llevamos en la ciudad (una conexión de cuerpo, tierra y alma), las prácticas más simples de la vida como beber agua, lavarse los dientes, ir al baño, bañarse en el río, todo exige esfuerzo físico y despierta aprecio y poderosa integración con la naturaleza. En el desempeño de estas tareas nos enfrentamos a largas caminatas, exposición a insectos, hormigas como la ‘’Bullet ant’’y diversos animales, muchos de ellos venenosos y peligrosos, como algunos tipos de serpientes y arañas que deambulan libremente por el campamento, especialmente al atardecer, cuando volvemos del agua.

Aquí el clima cambia rápidamente, ya que estamos relativamente cerca de los Andes, lo que nos somete a temperaturas variables. Al inicio de la temporada, en los primeros meses (junio y julio), tenemos grandes indecencias de tormentas y vientos que vienen del sur, conocidos como ”sudazos”, que cuando llegan pueden bajar las temperaturas hasta 10 grados centígrados en las mañanas, un cambio de clima repentino, teniendo en cuenta que durante los días calurosos y los meses previos al final de la temporada, agosto, septiembre hasta mediados de octubre llegamos a 30 grados o más y humedad extrema, cambio que cuando se presenta afecta a nuestro organismo y consecuentemente a la pesca. Aquí la seguridad es lo primero, estos ríos poco profundos y claros se convierten rápidamente en enormes inundaciones de agua fangosa, llenas de troncos y escombros, siempre estamos un paso adelante para que nadie corra el riesgo de lastimarse.
Definitivamente estamos en un lugar único; el agua que brota del deshielo de los Andes baja por estos ríos, llena de nutrientes y abundante vida. Estas aguas alimentan algunos de los principales ríos amazónicos ubicados en Colombia, Venezuela, Perú y Brasil. Local perfecto para el desarrollo de especies de peces variados, sardinitas, pacus, tabaranas, jatoaranas, cacharas, sábalos, muturos, y obviamente el Dorado, además de claro, otras especies de peces como rayas que se dejan ver a menudo y que están en abundancia y que nos pueden causar muchos dolores de cabeza. También vemos reptiles como caimanes y tortugas, aves variadas y de gran belleza, y mamíferos diversos, con el jaguar en la cima de la cadena alimenticia. Es importante decir que en la jungla hasta el insecto más pequeño juega un papel fundamental en el equilibrio del todo.

Mosqueros de todo el mundo sueñan en viajar a Bolivia. En este espléndido lugar, lleno de vida, encontramos un tipo diferente de pesca, dorado en aguas de poca profundidad y en cachuelas de aguas azul turquesa, además de una variedad de peces deportivos como los mencionados anteriormente. Para la pesca de esos depredadores lo más utilizado son streamers variados, como andinos deceivers de distintos tamaños, clousers, imitaciones de semillas que caen de los arboles, entre otros, juegos de cañas numeradas 6,7, 8′ como para pesca más ligera y 9′ indicada para pelear los trofeos y hasta 10′ dependiendo del lugar, 40, 50 pounds de bajos de fluorocarbono conectados a la línea de fly con loop to loop y alambre de acero.

El dorado, en mi opinión, es una de las criaturas más majestuosas del reino animal, con sus vibrantes tonalidades que reflejan la luz del sol, encantando a todo aquel que tiene el placer de poner sus manos sobre ellos. Una faena que, por cierto, ofrece dedicación y técnica a los pescadores con mosca. Los mosqueros que creen que se enfrentan a una tarea sencilla se equivocan porque este pez es extremadamente complejo, tiene buena vista y es sensible a los movimientos bruscos en el agua y en la tierra y también a las variaciones de temperatura en el aire y en el agua. Tiene una boca de huesos que requiere anzuelos adecuados y de precisión, anzuelos muy afilados, que a menudo se abren o parten por la mitad. Criatura que no se rinde fácilmente, saltos acrobáticos y dientes afilados son algunas de las características de estos maravillosos depredadores. Cuando los dorados están cansados, y se rinden para el pescador, entran en juego los guías, aquí en estas aguas tenemos los candirus, una especie de sanguijuelas sensible a las hormonas del estrés que se liberan en el agua y que se pegan a las branquias de los peces y que les mata rápidamente. Con mallas de lona y madera, somos capaces de manejar los peces con cuidado y mantener alejados a los sanguijuelas.
Una de las características interesantes del Dorado ”Salminus brasiliensis” es que los machos alcanzan los 5 kilos de peso mientras que las hembras pueden superar los 20 kilos y que se alimentan de peces incluso de la misma especie. Otra curiosidad es que es una especie endémica de las Cuencas de la Plata, del río São Francisco, en Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina y que luego, sin saberse a ciencia cierta cómo, apareció en los ríos amazónicos de Bolivia. Se cree que debido a inundaciones en el pasado logró migrar de algunos ríos de donde proviene, y llegar a algunos ríos bolivianos, poco se sabe de este viajero, si es una subespecie o si tiene las mismas características que el dorado procedente de las cuencas de Prata y São Francisco.

No podemos hablar de pesca en este territorio sin elogiar a los dueños de esta tierra, los Tsimane. Sin ellos nada sería posible, son nuestros cuidadores, constructores, pilotos de lanchas de aguas rápidas y los mayores conocedores de todo lo que sucede a nuestro alrededor. Etnia indígena ancestral, que curiosamente mantiene muchos de sus rasgos originales, caza, vestimenta, artesanía, variadas costumbres, modo de vida. Son nómadas por naturaleza, pero se concentran en varias tribus repartidas por gran parte del territorio amazónico boliviano. Tuve la oportunidad de vivir y compartir con ellos durante 3 meses, lo que amplió mucho mi conocimiento y comprensión de la vida y la humanidad. Personas que se desarrollaron a lo largo de miles de años y en contacto con un lugar extremadamente inhóspito y salvaje, muy fuertes y ágiles, con habilidades sobrehumanas, además de tener sentidos extremadamente elevados. Nunca olvidaré una noche que estábamos alrededor de la hoguera, no había luz, oscuridad absoluta, el cielo abierto estrellado, cuando de repente uno de nuestros hombres principales Tsimane ‘Chuchi’ dice: “¿Escuchaste eso?” Nos levantamos y con la linterna iluminamos la orilla del río al otro lado de donde estábamos y vimos unos puntos de luz amarillos, eran ojos de Jochis que se acercaban al río a beber agua por la noche, un roedor de tamaño mediano muy parecido a la capybara y que forma parte de la dieta Tsimane.
Todos los días subíamos los ríos, enfrentábamos las corrientes y llevábamos a los turistas a pescar, yo con mi fiel escudero en mis manos, la cámara, tratando de inmortalizar momentos de los que estaban conmigo cada día, guías, turistas, indígenas. Mientras caminábamos, encontramos una increíble variedad de minerales, con colores llamativos y vivos, también encontramos herramientas talladas en piedra, pertenecientes a civilizaciones antiguas de las que hoy sabemos poco. Este lugar, además de mágico, esconde muchos misterios.

Misterios que se encuentran en cada rincón de este hermoso y deshabitado paisaje, y que ofrecen al pescador deportivo un ambiente que abarca mucho más que solo la pesca.
Pasarían tres meses y solo tocaría la punta del iceberg del verde infinito de este lugar, que sin duda hubiera sido la experiencia más increíble y hermosa de mi vida. Creo que todos los seres humanos amantes de la naturaleza y de la pesca con mosca deberían al menos una vez en la vida vivir una experiencia así.
En el territorio Tsimane, en medio de la selva amazónica, el hogar del mismo pez que había encontrado hace 23 años, el Golden dorado.
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