EN BUSCA DE LOS SALVELINOS DE LABRADOR

Muy pocos lugares en el planeta albergan la suficiente cantidad de salvelinos como para que un pescador a mosca decida embarcarse en una aventura de miles de kilómetros. Rasmus Ovesen atraviesa el océano Atlantico en busca de los salvelinos de Terranova y Labrador y los peces que allí encuentra no le dejan indiferente.

Vientos del norte estremecedores han estado azotando las aguas ricas en nutrientes del lago desde que llegamos al Igloo Lake Lodge. Las olas de espuma sacuden el lago y agitan el agua hasta el punto de tornarla canosa y con tintes turba.

He viajado hasta aquí desde Noruega, en busca de los legendarios salvelinos de las provincias canadienses de Labrador y Terranova. Durante años, mis sueños han fantaseado con los grandes y bien alimentados salvelinos de esta región. He imaginado cientos de peces cebando frenéticamente sobre efímeras en aguas someras en alguna bahía. He montado todo tipo de secas, ninfas y streamers y pasado decenas de horas preparando todos los aperos. Tampoco he descuidado otros detalles, desde la confección de bajos hasta el equipo fotográfico. En resumen: he invertido ingentes cantidades de tiempo, energía y dinero en este sueño loco de atrapar un salvelino salvaje sobre la mágica cifra de 8lb y, aunque parezca un sueño ingenuo e inocente, realmente ha sido un camino de auto-realización, al menos hasta ahora… porque si este tiempo continúa, no seremos capaces de aventurarnos en las bahías e islotes del Igloo Lake.

Durante los últimos días, hemos buscado refugio en las aguas cercanas al lodge, donde el río drena el lago antes de tornarse de nuevo en una serie de lagos más pequeños en su camino hacia el río Eagle, posiblemente el río más mítico de estas provincias, que drena este frondoso reino glacial.

El río, no es distinto de otros ríos en los que he pescado, por ejemplo en la Laponia sueca. Serpentea entre frondosos bosques de pinos y abedules que crecen sobre un suelo desigual en el que raíces parcialmente expuestas se entrelazan con parches de musgo fluorescente, hongos y arbustos de bayas de distintos colores.

Con excepción del pequeño sendero pantanoso que recorre los distintos pozos del río, estamos ante un area prácticamente virgen. Una naturaleza que ha sido moldeada durante milenios por los elementos y la fauna local, que incluye, ademas de alce, reno, caribou, nutria, castor y otros roedores, a predadores como el lobo, oso, lince y glotón y a innumerables aves como águilas calva, pescadoras y somormujos.

Estamos a principios de septiembre y las empinadas orillas del río se iluminan en tonos amarillos e intensos colores ocres. Una pesada niebla se desliza sobre el agua por la mañana temprano. Aquí y allá, se divisan cebadas de pequeños salvelinos que aspiran algunos insectos de la película.

Los salvelinos mas grandes acechan en el fondo, en los canales más profundos, junto a grandes rocas o debajo de pequeños saltos de agua. Visten colores dorados y violetas y una morfología potente. Los machos son especialmente agresivos y territoriales. Han experimentado la llamada, casi incomprensible, pero a la vez ineludible, del río y sus aguas fascinantes, ricas en oxigeno que llenan pozos y bañan lechos de grava. 

La freza, si no inminente, ya está en camino. El lecho del río no tardará muchas semanas en cobrar vida, cubierto de peces engalanados con la misma agenda: perpetuar sus genes y su especie. Para entonces, el Igloo Lake Lodge ya estará cerrado y el paisaje al rededor cubierto y tapizado bajo un manto de nieve.

El río también sucumbirá sin prisa pero sin pausa al peso del invierno, dejándose oír solo donde el agua ríe, en cascadas y rápidos y siendo silenciado por el hielo y la nieve y cubierto por la oscuridad durante meses.

Cuando emerja de la oscuridad invernal, nueva vida brotará de los fondos de grava y esos pequeños salvelinos encontrarán su lugar en el rio y ojalá en la compleja inmensidad de la vida salvaje del Labrador. El milagro de la vida parece aún más grandioso aquí, en lucha con un clima tan hostil al que tiene que sobreponerse año tras año.

Estamos en Archie´s pool, un lugar donde el río afluye a un pequeño lago, formando una bahía tranquila donde es posible que los peces tiendan a acumularse. En el primer lance puedes sentir como un pez colisiona con el zonker negro que he atado al final de mi bajo de linea. La embestida se sucede con una serie de pesadas sacudidas que se propagan por mi caña y, tras unos largos minutos de tensión, por fin puedo ver los primeros flashes naranjas debajo de la superficie.

Travis Pinsent, nuestro joven y carismático guía, aparece junto a mi lado y en seguida ensalabra el pez. En el fondo de la malla, reposa un hermoso macho de 56cm, con un cuerpo que conjura imágenes de un luchador de lucha libre mexicana, uno con un extravagante, ceñido y decorado disfraz. Con su pronunciada mandíbula y una mirada siniestra en sus ojos, el pez parece todo un alborotador, pero a la vez, hay algo de elegancia en su estética, algo icónico en esas franjas de rojo intenso y esos puntos oliva brillante y añil saturado que han sido generosamente distribuidos por su piel.

Tras dar en la bascula unos 7lb y tomar alguna foto para el recuerdo, el pez vuelve a cortar la superficie y se desliza grácilmente hacia el fondo de la corriente. Otros cuatro peces le acompañan en un corto periodo de tiempo, pero la actividad se reduce drásticamente tras ellos. Hemos tenido la misma experiencia en la mayoría de los pozos y la tendencia parece ser más y más pronunciada a medida que la semana progresa. Un claro síntoma de que la presión de pesca ejercida por los 8 pescadores del lodge en el limitado numero de pozos del río, se está haciendo palpable. 

El río es a partes iguales técnicamente desafiante y excitante. Se trata de un tramo muy roto, donde la presentación es de la mayor importancia, donde tienes que leer el agua minuciosamente y donde tu aproximación tiene que ser sigilosa. En definitiva, un tramo donde cada pez hay que ganárselo y merecérselo. 

Hemos sacado bastantes preciosos salvelinos al rededor de los 3kg de peso en el rio, pero no podemos dejar de sentir que nos estamos perdiendo algo. Es como si el viaje no estuviera cumpliéndose, como si nuestra atracción hacia ese gran lago azul y los secretos que esconde bajo la superficie, no dejara de crecer a medida que la semana progresa. Y aunque, comparado con otros destinos para salvelino, hubiéramos tenido otro espectacular día de pesca, esa sensación de desencuentro nos invade de vuelta al lodge.

Auroras boreales de un verde fluorescente bailan en la oscuridad del cielo. Una cantidad innumerable de estrellas las acompañan, mientras la Vía Láctea rezuma sobre el lodge, como una niebla en el abismo.

Mi fiel compañero de pesca, Martin, está a mi lado en silencio. Su mirada también se alterna entre ese cielo iluminado por las estrellas y la superficie en calma del lago. El viento ha quedado en calma durante el anochecer. Ambos nos hemos percatado de ello. Y aunque ninguno se atreva a decirlo en alto, ambos bullimos de esperanza. Quizá y solo quizá, podamos aventurarnos en una de esas canoas de fibra de vidrio y explorar las innumerables bahías e islotes del Igloo Lake.

 La mañana siguiente, al final, todas nuestras esperanzas se tornan realidad. Los vientos quedaron sin aliento y el Igloo Lake amanece como un espejo y durante los dos días siguientes experimentamos la pesca que habíamos estado soñando cuando llegamos. Sigue haciendo frío, frío hasta el punto de que las eclosiones son mínimas, y solo vemos alguna ceba esporádica. Pero no importa. No tenemos ningún escrúpulo en lanzar nuestros streamers. Es hora de dar caza a ese trofeo.

Dos días más tarde nos encontramos pescando en Burton´s Pond, un lago al noroeste del Igloo Lake. En sus aguas clavamos varios peces en una condición sublime y para cuando el día acaba, la cuenta suma 20 salvelinos con una media de peso de 5lb y con algunos individuos por encima de los 7lb, con una pelea realmente frenética. Lo mejor de todo, realmente he disfrutado del día, inmensamente liberado tras saber que mi objetivo de sacar un salvelino trofeo de más de 4kg, estaba ya cumplido.

¡EL DÍA ANTES, EN IGLOO LAKE, FINALMENTE OCURRIÓ! Habíamos conducido la canoa hasta Beaver Pond; en la esquina oeste del Igloo Lake, donde un pequeño arroyo mana en el lago. Nada más llegar lo vemos. El borbotón al final de la corriente y sus ondas no dejan lugar a la imaginación en cuanto al tamaño del pez.

Despacio hago mi camino hacía allí y cuando por fin estoy en posición y el streamer nada cruzando la corriente, el pez irrumpe e inhala el streamer sin vacilar.

La pelea fue de una intensidad tremenda, como una batalla a vida o muerte, y no fue hasta que nuestro guía puso la red de por medio, cuando me di cuenta de la tensión y los nervios que había acumulado en mi cuerpo. ¡Una catarsis! Y por supuesto, al mismo tiempo, un privilegio dar fe de ello con tal magnífico y viejo guerrero en forma de salvelino.

Tuvimos que estirar la cinta métrica por encima de los 60cm y con sus anchos lomos y robusta constitución, ni el guía ni yo teníamos duda alguna de que superaría las 8lb. El hecho de que tuviera los ribetes de las aletas en un blanco inmaculado, con unos patrones mármol en los lomos y estuviera jalonado en los flancos con olivas, púrpuras y violetas, solo podía hacer de este pez algo aún mas memorable. 

¡No tenía una sola escama mal puesta! Y compensó con creces el arduo viaje a través del Atlántico y me recordó lo que algunas masas de aguas son capaces de producir cuando están situadas en lugares tan maravillosos, como lejanos de toda actividad e influencia humana. Peces de una belleza divina en tamaños que, de otra manera, pertenecerían a un distante, pero ojalá no completamente perdido, pasado.

RASMUS OVESEN
RASMUS OVESEN

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