Como pescador de trucha desde hace más de 50 años (y, por tanto, habiendo conocido épocas de esplendor) y miembro de AEMS Ríos con Vida desde hace prácticamente otros 40, escribir un artículo sobre repoblación me provoca un fuerte impacto emocional. Aquel lector que espere obtener de este artículo datos en favor de las repoblaciones creo que debe finalizar su lectura en este punto. Mi postura como pescador y científico no solo es negativa sino totalmente beligerante con las repoblaciones y trataré de justificar por qué.
Nuestra ictiofauna continental Ibérica es una de las más ricas de Europa con un gran número de endemismos (especies que solo se dan aquí), lo que se debe esencialmente al origen paleo-geográfico de la Península Ibérica (Oligoceno superior, hace aprox. 25 millones de años) y al aislamiento de las faunas europea y africana ocurrido con la separación del estrecho de Gibraltar hace aprox. de 5,5 millones de años. La formación de las cuencas fluviales que conocemos ocurrió hace aprox. 2,5 millones de años.
Todo ello ha dado como resultado el origen de gran número de especies, subespecies y poblaciones diferenciadas, entre las que se encuentran las de nuestra trucha común (S. trutta, cuyos restos fósiles más antiguos datan aprox. 2 millones de años), y que han evolucionado de manera completamente aislada. En consecuencia, nuestras truchas ibéricas tienen áreas de distribución restringidas a determinadas cuencas fluviales, que han funcionado como centros de diversificación genética a lo largo de la historia evolutiva, habiéndose generado diversas variantes geográficas endémicas, perfectamente adaptadas a las condiciones particulares de cada cuenca.







Por otra parte, las condiciones climáticas más suaves que se experimentaron en la Península Ibérica durante las glaciaciones del Pleistoceno, contribuyeron a conservar y fijar estos ecotipos, que han permanecido inalterados hasta el pasado siglo. Posiblemente, España sea el primer país del mundo (o uno de los primeros) en cuanto a biodiversidad de trucha nativa con multitud de grupos geográficos muy bien diferenciados (FIGURA 1) y con ecotipos únicos en el mundo (FIGURA 2).
Todos estos ecotipos están perfectamente adaptados a los diferentes ríos españoles y a sus muy diversas y cambiantes (cada vez más rápidamente) condiciones ambientales. En definitiva, este patrimonio genético
representa la mejor garantía de conservación de la especie y de su capacidad para adaptarse a los cambios ambientales. Desafortunadamente, fruto de la actividad humana y más concretamente de las repoblaciones masivas e indiscriminadas realizadas con truchas alóctonas desde mediados del pasado siglo, este variado y exclusivo patrimonio genético se ha alterado gravísimamente, habiéndose modificado en pocos decenios lo que la Naturaleza había tardado miles de años en esculpir. Si a este grave deterioro genético añadimos la destrucción generalizada de los cauces y riberas fluviales, la falta de continuidad (los ríos españoles, de media, poseen un obstáculo -muchos infranqueables- por cada km lineal), la contaminación, los excesivos usos del agua, la introducción de especies invasoras (lucios, percas, luciopercas, siluros, visones, cangrejos, etc) y el cambio climático, la situación actual es desalentadora y el futuro de nuestras truchas ibéricas nada halagüeño.

FIGURA 1
A) Linajes (familias) macrogeográficos identificados mediante estudios genéticos (polimorfismo del ADN mitocondrial) y denominados con una nomenclatura aceptada internacionalmente (AT: Atlántico; DU: Duero; ME: Mediterráneo; AD: Adriático). Hay dos linajes principales de acuerdo a la vertiente de las cuencas fluviales que habitan (Atlántica o Mediterránea), pero dentro de ellos existen varios grupos (variantes geográficas o razas) que se diferencian desde los puntos de vista genético y morfológico.
B) Principales grupos (razas) españoles. Las truchas de las principales cuencas han evolucionado de manera aislada, generándose razas o variantes geográficas que poseen características genéticas y morfológicas (Figura 2) bien diferenciadas, muchas de ellas endémicas. Es por ello que la conservación de este patrimonio único debería ser una prioridad para las Administraciones públicas y también para todos los pescadores. Translocar (o repoblar) truchas de la cuenca del Duero a la del Ebro o a la del Tajo o viceversa sería un contrasentido tan disparatado como lo ha sido y continúa siendo la repoblación con truchas comunes Centroeuropeas (de origen macro- geográfico Atlántico) efectuada durante años de manera indiscriminada en todo el territorio nacional.

FIGURA 2
Plasticidad morfológica de las principales razas (variantes geográficas) de truchas españolas. La diversidad genética y morfológica es muy importante, y constituye un verdadero tesoro que debemos preservar. La descripción que se hace a continuación es una simplificación meramente expositiva, que debe interpretarse a manera de ejemplo. El lector debe entender la extraordinaria complejidad de estas agrupaciones ya que dentro de cada variante existen o pueden existir diversos subgrupos (o ecotipos) adaptados a las condiciones particulares de cada río o incluso tramos concretos de cada río. A manera de ejemplo, una población de trucha autóctona de la cuenca del Cinca medio (ME/AD) puede ser (de hecho lo es) bastante diferente a otra de la misma cuenca (por ejemplo una población situada en los barrancos de Otal o Bujaruelo en la cabecera del río Ara).



La repoblación de nuestros ríos con trucha arcoíris (O. mykiis) y común (S. trutta) de origen AT Centroeuropeo se inició por la Administración a mediados del siglo pasado y, desafortunadamente, continúa realizándose todavía en numerosas cuencas españolas. Realizadas en potencial beneficio de la denominada “pesca deportiva”, las gravísimas consecuencias que esta práctica ha tenido (y continúa teniendo) para la conservación de nuestro patrimonio natural son desconocidas para la población general. Los peligros más importantes de la repoblación con estas truchas podrían resumirse en los siguientes:
1. La degradación genética de nuestras truchas autóctonas. Además de competir por la alimentación, las truchas de granja de origen Centroeuropeo pueden hibridarse con nuestras truchas nativas provocando una grave introgresión genética. Estas truchas alóctonas se han seleccionado esencialmente en función de su capacidad de crecimiento y de adaptación a las balsas de hormigón. Por tanto, han perdido la mayor parte de su patrimonio genético natural adaptativo, es decir, aquellos genes que regulaban su capacidad de adaptación al estrés hídrico y térmico, la resistencia a enfermedades y su capacidad reproductiva, entre otros caracteres esenciales. Por tanto, cuando estas truchas se hibridan con las nativas provocan la pérdida de genes adaptivos imprescindibles para su supervivencia y ponen en muy serio riesgo su conservación.
2. La necesidad de su cría en cautividad , con el consiguiente aumento exponencial del riesgo de transmisión de enfermedades (letales para nuestras truchas nativas) como la IPN , SHV, NHI, PKD, etc. Además, la instalación de las piscifactorías conlleva problemas ambientales muy importantes: contaminación, residuos antibióticos, escapes, etc.
3. La competencia directa por los recursos alimenticios. Cuando se realiza una repoblación masiva, las truchas repobladas consumen grandes cantidades de vertebrados (incluyendo truchas y otros peces autóctonos) e invertebrados acuáticos, limitando su disponibilidad para las truchas autóctonas del río.
4. El aumento de la población de depredadores. La repoblación introduce cambios muy importantes en el comportamiento de los depredadores. Se ha puesto en evidencia una relación muy estrecha y directa entre las repoblaciones masivas y el aumento de cormoranes en los ríos repoblados. Además, se ha observado que la proporción de truchas en la dieta de la nutria y del visón americano se incrementa hasta más de 5 veces tras la repoblación.
5. La pérdida de densidad y, por tanto, de la calidad de pesca. Las truchas repobladas poseen una menor capacidad reproductiva y de supervivencia que nuestras truchas nativas. En los ríos con presencia de trucha autóctona que son repoblados intensivamente se ha evidenciado una disminución del número total de capturas como consecuencia de las interacciones negativas entre las truchas repobladas y las nativas.



Mientras que los científicos con experiencia concluyen que la mejor manera de mejorar la productividad y resiliencia de nuestras truchas nativas es suprimir las repoblaciones, de manera inexplicable, merced a la presión de determinados colectivos, nuestros preclaros gobernantes han introducido modificaciones en nuestra Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad y en el Reglamento que la desarrolla, que prohibían las repoblaciones con estas truchas de granja y la protección de las especies invasoras. Las modificaciones legislativas introducidas, además de garantizar el mantenimiento y extensión de las especies invasoras, permiten mantener sine die estas dañinas repoblaciones tanto con trucha arcoiris como común Centroeuropea “en aquellos lugares en los que la repoblación se realizaba antes de la entrada en vigor de la Ley en el año 2007”.
Lo que equivale a decir: “en cualquier lugar que a la Administración le venga en gana”. Eso sí, se indica que esto se podrá hacer con la condición que los ejemplares usados “sean convenientemente esterilizados”.
Sin embargo, puesto que el procedimiento de esterilización que se aplica (normalmente consiste en someter las huevas a presión durante la fecundación para obtener individuos triploides) no es perfecto y, además, jamás se verifica individualmente, un porcentaje muy relevante de las truchas repobladas son fértiles y, por tanto, con potencialidad para continuar degradando nuestras poblaciones autóctonas.
La política de repoblaciones llevada a cabo en los últimos 70 años en España, además de su enorme coste económico, ha ocasionado numerosos y graves problemas ambientales. Un ejemplo representativo podría ser el de la rana ibérica, que estuvo a punto de extinguirse de varias lagunas endorreicas repobladas con truchas alóctonas y salvelinos, como la de Peñalara. Una vez erradicados estos peces exóticos, se tardó más de 12 años y se invirtió mucho dinero público para la recuperación de este endemismo. Pero, sin duda, para los que amamos la pesca y, simultáneamente, la conservación de nuestras truchas ibéricas, el daño más grave producido por las repoblaciones con trucha común Centroeuropea ha sido el deterioro genético de nuestros múltiples ecotipos nativos. Independientemente del método de repoblación usado (ejemplares adultos, alevines o huevas embrionadas), estas se han venido realizando sin análisis previo y sin control de su eficacia, contribuyendo a la pérdida o grave deterioro de ecotipos únicos.
Permitir que, merced a la intervención humana y por intereses espurios de muy pocos, el exclusivo tesoro que poseemos se deteriore, es un verdadero despropósito que los pescadores no deberíamos permitir.
Los diferentes estudios realizados en nuestro país (mediante determinación del polimorfismo del gen LDH) para la evaluación del daño genético producido han sido descorazonadores, identificándose un elevadísimo número cuencas contaminadas. En un estudio realizado entre 1998 y 2005 determinamos la presencia del alelo LDH- C1*90 (identificador característico de las truchas alóctonas de repoblación) en la inmensa mayoría de ríos Aragoneses en porcentajes muy elevados (ejemplos: Gállego 65%, Aragón más del 50%; Cinca/Ara 60%; Ésera 65%), siendo muy escasos los tramos en los que encontramos truchas nativas en pureza. Similares resultados han sido descritos en la mayoría de cuencas españolas, proporcionando una clara imagen del tremendo daño infringido a nuestras poblaciones autóctonas y, en definitiva, a nuestra biodiversidad.

Por fortuna, hay dos datos que me hacen mantener un cierto grado de esperanza. El primero es que se han identificado “reservas genéticas” inalteradas y a salvo de las repoblaciones. El segundo es que los gestores de la Provincia de León decidieron no usar la repoblación y apostaron por una gestión sostenible, demostrando que una vez solventados los problemas ambientales de los ríos, la recuperación de las truchas se realiza por reproducción natural del remanente, o bien por expansión desde poblaciones adyacentes, sin necesidad de usar repoblación. Lamentablemente esta ejemplar gestión parece estar en serio riesgo atendiendo a un reciente artículo.
Estos proyectos de “adaptación” de truchas nativas a la cría en cautividad son absolutamente cuestionables por las siguientes razones principales:
1) crear “líneas” nativas implica sustraer una parte relevante de la población en riesgo, con escasa garantía de supervivencia (en muchos casos mueren el 100% durante la adaptación).
2) la identificación de dichas “líneas” debe hacerse con marcadores genéticos cuya precisión depende de la metodología usada. Como ejemplo, usando una técnica (PCR/RFLP del ADNmt) identificamos 5 “líneas nativas” en Aragón. Sin embargo, con una técnica más sensible (secuenciación del ADNmt) identificamos más de 20, con presencia de hasta 4 en el mismo río. Por tanto, la selección de las líneas a adaptar sería muy compleja y económicamente inviable. Usar solo unas pocas (17 según el artículo de prensa mencionado), es una simplificación irrealista e inadecuada científicamente.
3) La adaptación a la piscifactoría lleva asociados cambios genéticos (mutaciones) de la población original y, por tanto, una pérdida de su variabilidad genética. Por ejemplo, suelen seleccionarse los ejemplares que crecen más rápido y aquellos que mejor aceptan el pienso que se les suministra. Pero ¿son estas características las que deben transmitirse a las futuras generaciones de truchas en estado salvaje?. Rotundamente no. La pérdida de genes adaptativos (por ejemplo, aquellos que determinan la resistencia al estrés hídrico o térmico, a las enfermedades o a las crecidas) sería muy grave y el daño producido podría ser incluso de mayor magnitud que el generado por las repoblaciones con truchas alóctonas.
4) finalmente, estas repoblaciones, además de dañar gravemente nuestra biodiversidad perpetuarían un modelo de pesca que reniega de toda lógica sostenible y de sólidos principios científicos, económicos y éticos.
Los amantes de las truchas nativas deberíamos cuestionar de manera inflexible todos los proyectos de repoblación, realizando la oportuna presión con el objetivo de lograr que fuesen paulatinamente abandonados.
Aprovecho estas líneas para solicitar vuestra colaboración para que entre todos logremos eliminar definitivamente esta desafortunada y dañina práctica en todos los ríos españoles.
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