PESCA EN LOS INICIOS DE TEMPORADA

“El agua está muy fría todavía”, “es muy pronto, no sale mosca”, “mientras haya nieve arriba, no va a haber actividad”… Podríamos seguir así hasta llenar varias hojas con frases muy manidas de pescadores “de seca” referentes a los inicios de temporada que alimentan nuestra pereza, en espera de esas jornadas más templadas y agradables allá por el mes de mayo. 

Nada más lejos de la realidad. Es más, los que habitualmente visitamos los ríos sin caña y observamos lo que en ellos ocurre, sabemos que ya llevan días, por no decir semanas, comiendo arriba libres de la presión de los pescadores que esperan ansiosos la apertura. No son tiempos de variedad de eclosiones, pero sí de cierta cantidad. Los bétidos son tempraneros, amigos del frío e incluso del “mal tiempo” y lo que es más interesante para nosotros: son capaces de mover los peces más grandes. La freza no queda lejos y las necesidades de proteína son altas. Sí, el agua está fría, pero las truchas no van a dejar pasar una oportunidad así. Se dejarán seducir sin miramientos y comenzarán a alimentarse de manera frenética. No debemos pasar por alto que las sorprenderemos con la guardia baja y  que los desagradables pinchazos de la temporada pasada están ya olvidados.

Son tiempos en los que las truchas XL afloran y debo confesar que durante los meses de marzo y abril, sorpresas y escenarios singulares aparte, es cuando pesco los mejores peces de la temporada con una regularidad y tamaños que no se repetirán seguramente hasta el cierre, allá hacia finales de octubre.

ESCENARIOS

Estas primeras jornadas en las que mayoritariamente el tungsteno es el rey buscando resultados, los bétidos y pardones navegan por la superficie de manera más habitual y abundante de lo que cabría esperar. Todos pescamos ríos regulados y naturales, pero estos últimos presentan un patrón más heterogéneo, siendo muy diferentes entre ellos y más preferibles para esta época los cauces cuyos manantiales provienen de menor altura y desembocan en el Cantábrico, ya que ofrecerán buena actividad desde el principio.

 Sin duda, los primeros rayos de sol que agradeceremos sobre nuestro vader marcarán el momento en estos cauces cercanos al mar. Aquí los pardones mandan, así que los barones en tamaños generosos que peinen libres de dragado las zonas poco profundas y los chorros más lentos darán su fruto. La truchas están flojas todavía y las aguas lentas que les permitan trabajar poco y comer mucho serán las querencias a buscar. Estas truchas que en mayo ya estarán metidas en los chorros y corrientes más fuertes (no como las meditérraneas o mesetarias cuya pereza parece a veces durarles toda la temporada) buscan lugares donde recuperar fuerza y peso, por lo que los ecdionuridos serán un bocado irrechazable para un animal oportunista como la trucha. Eso sí, no vale cualquier cosa, con las cántabras hay que pescar fino y evitar el dragado ya que no perdonan errores desde el primer día. Son semanas en las que las jornadas épicas se alternarán con algún que otro bolo y en las que la climatología marcará, en muchas ocasiones, la diferencia entre el triunfo y el fracaso.

Otra cosa son los ríos naturales alimentados por neveros de altura que desembocan en algunos de nuestros grandes ríos mesetarios. He de admitir que tienen su encanto y potencial, pero si los kilómetros que haces en una temporada se cuentan por miles como los míos, yo los dejaría para más adelante. Alguna de esas frases populares mencionadas al comienzo de este artículo podría cuadrar en estos escenarios donde todos los parámetros se van a los extremos y la suerte juega un papel demasiado importante. Aunque he tenido grandes jornadas esporádicamente, creo sinceramente que son escenarios a disfrutar en otro momento. Si portamos una sola caña con línea de seca habitualmente, tendremos que esperar tres o cuatro semanas más para disfrutarlos. Son los ríos que más me gustan pero hace falta que despierten los tricos y que madure su gran riqueza invertebrada para ir con ganas y volvernos a casa con un buen sabor de boca.

Nos quedan los cauces mesetarios regulados por analizar, los reyes del momento. Siempre marcando unos pocos grados más en sus aguas, libres normalmente de turbidez y con cauces con metros cúbicos contra natura, ofrecen sin lugar a dudas un escenario ideal. Aguas lentas, temperatura y caudal estables desde otoño, hacen proliferar algas y ocas conformando un ecosistema ideal para los bétidos, proteína principal en este artículo. Veremos en estos escenarios las eclosiones más abundantes y será raro que sus magníficas truchas las eviten. El espectáculo en esos días marcados será digno de ver, probablemente a la altura de los mejores lugares del mundo en lo que a pesca a mosca seca se refiere. El milagro durará poco y esos peces de ese tramo mágico volverán a desaparecer acompasados con el ciclo vital de los bétidos. Ya no los veremos ni de pasada y solo tendrán tímidas asomadas para decir “aquí estamos” con las puntas más importantes de ignitas, tricos, perlas o caénidos. Esos momentos se darán a las horas más intempestivas y solo serán testigos algunos afortunados pescadores ocasionales que se topen con ellas como si fuera “el gordo de Navidad” volviendo a casa ojipláticos con hitorias que nadie creerá, o ese pequeño grupo de pescadores que cuentan sus salidas anuales por centenares y que siempre que ocurre algo importante les pilla con el agua por la cintura. A las múltiples clavadas de esas semanas y a la búsqueda de comida fácil y abundante en forma de peces pasto cuando las truchas se encuentran más fuertes y capaces de cazar, se les une la aparición de múltiples eclosiones de diferentes insectos, muchas de ellas nocturnas y más dispersas en el tiempo, que hacen cambiar los hábitos alimenticios de los peces más viejos hasta hacerlos casi “desaparecer” para los ojos del pescador.

LA PESCA

Hace poco que se levantó la veda ya, estamos ansiosos, llevamos unos cuantos meses sin tocar la caña y se nota. En los aparcamientos más accesibles de los principales ríos trucheros no ha amanecido todavía y ya se pueden ver las luces de los coches de los pescadores más madrugadores. Son ríos en los que la acertada normativa SM de cada vez más comunidades  autónomas, los ha convertido en eminéntemente mosqueros. Los pescadores de lance ligero son una minoría y la ninfa ha dado una nueva dimensión a la pesca a mosca (en la que en otros tiempos madrugar era innecesario hasta la aparición de los caénidos) haciendo que en las frías mañanas de los inicios de la primavera se pueda pescar al hilo con buenos resultados. 

No soy amiga de los madrugones y tampoco pesco mucho a ninfa, sin embargo, he visto muchas veces algo curioso que se repite en esos primeros días mágicos: la posición del brazo dominante en la deriva de la pesca al hilo no es muy cómoda para los brazos aún desentrenados, nos vamos cargando con el paso de las horas y los lances ya no van tan finos como a la mañana. La caja de ninfas está sufriendo muchas bajas y no nos vamos a engañar, tampoco pican tanto. El amanecer queda lejos ya, nos acercamos al mediodía y el estómago nos lo lleva recordando desde hace un rato…Es la hora perfecta para llegar al río, pero paradójicamente todo el mundo se va a comer.  

Son tiempos en los que ponerse el vader a las 11:30h casi es madrugar y lo mejor está a punto de suceder. Nos cambiamos, preparamos los trastos y media hora más tarde estamos en la orilla. Por el camino nos cruzamos con algún pescador derrotado cuyas agujetas se intuyen y que amablemente nos comenta: “hoy no hay nada que hacer, el río esta muerto”. A lo cual asentimos con gentileza, pero sabiendo que nos guardamos un as bajo la manga.

Estamos en el río ya, solos… Y sí, efectivamente, está muerto. No hay atisbo de que nada vaya a ocurrir, son las horas más templadas del día pero aún así, el frío obliga a cubrirse las manos y la cara para poder mantener cierta funcionalidad… De repente, por el rabillo del ojo vemos una mosquita que rompe la quietud, sonreímos por debajo del buff y nuestro corazón empieza a bombear agitadamente. Ahí están puntuales a su cita. Otra y otra… Antes de darnos cuenta, ya derivan por el agua, pero todavía por mucho que nos concentremos, no se ven cebadas. Tranquila, pienso para mí misma, llegarán, no hay duda. Todo cambiará y esa tabla que tan bien conocemos empezará a llenarse de aritos asomando algunas cabezas dignas de un vídeo neocelandés. ¡Empieza la fiesta! No es momento de nervios…¡Qué fácil es pensarlo…!

Aunque no son escenarios especialmente difíciles, no podemos llegar a ese momento oxidados, no todo vale. Hay que pulsar el botón rojo del cronómetro porque se nos presentan por delante ventanas de entre 40 minutos y 4 horas, más próximas a la duración de las primeras sobre todo los primeros días. Toca ser máquinas de pescar, ¡hay que aprovechar la oportunidad!

El entrenamiento en campa de los meses anteriores, un equipo equilibrado y un bajo  largo y compensado dejarán pocos factores a la improvisación. Así debe ser, el tiempo es oro y aporrear el río presa de los nervios, solo puede llevarnos a estropearlo todo. No es momento para perder el tiempo en la elección de la mosca, en repetir nudos o modificar bajos, en hacer fotos o en cambiar las cosas, porque antes de que nos demos cuenta, todo habrá acabado como empezó. En un parpadeo, desaparecerán tanto la eclosión como las cebas y el río volverá a estar muerto… Si hemos hecho bien las cosas, seremos pescadores felices por un día, pero aún nos queda una última oportunidad: coger el coche y buscar en esos spots que tan bien conocemos. 

En efecto, con un poco de suerte, podremos ver cómo todavía bajan restos de rhodanis y alguna trucha esquinada que pueda estar aprovechándolo un ratito más. Ya no miraremos al centro de la tabla,  sino que buscaremos bajo las salgueras, en los remolinos o junto a los palos. Nos queda una oportunidad y la sorpresa puede ser muy grata poniendo el broche final a un gran día. Llegaremos a tiempo de ducharnos hasta recuperar la temperatura corporal y a tomar un par de rondas antes de cenar temprano y es que del desayuno que fue nuestra última comida del día ya no queda ni rastro en nuestro estómago.

PROTECCIÓN CONTRA EL FRÍO

Estamos a comienzos de la primavera y nos encontramos con las jornadas más frías y lluviosas de la temporada. Días de temperaturas normalmente por debajo de los 10 grados en los que el granizo e incluso la nieve pueden ser nuestros acompañantes. Si no vamos bien preparados para combatir estas inclemencias, acabaremos entumecidos, no sentiremos las manos y atar la mosca o lanzar con precisión se volverán tarea imposible arruinando nuestra jornada. En el caso de llegar a ese punto de no retorno en la temperartura de nuestro cuerpo, desgraciadamente no la recuperaremos hasta el momento de la ducha. 

Para evitar esta situación, vistámonos por capas. Hoy en día, podemos ir bien abrigados encontrando prendas accesibles y de calidad en las franquicias de ropa deportiva que todos conocemos. Si tuviera que hacer un importante desembolso económico, lo haría en la primera y en la última capa, es decir, en la que mantiene el calor corporal y en la que nos aísla del viento y la lluvia. En mi caso, desde que probé las prendas térmicas de merino ya no uso otra cosa. Reconozco que soy muy friolera y con estas prendas, el salto cualitativo con respecto a las prendas convcencionales es grande. Es cierto que no son prendas baratas, pero  nos durarán muchas temporadas y el confort y el calor que ofrecen no los conseguiremos con ninguna otra. Camiseta, pantalón y calcetines de merino contra tu piel serán un buen primer blindaje. Las siguientes capas podrían ser de tejido polar y primaloft, por ese orden. Desde mi humilde experiencia, prendas de marcas premium de estas dos tecnologías no abrigan lo que prometen y la diferencia con otras gamas no es tan acusada. Ahí es donde podemos ahorrar dinero, más aún teniendo en cuenta que serán prendas delicadas que primero rozarán contra la vegetación y que antes sufrirán el deterioro durante nuestras aventuras por las poco amables y todavía poco pisadas orillas de nuestros ríos. En definitiva, si llevamos un buen orden de capas, iremos cómodos, ligeros, con buena libertad de movimientos, y lo que es más importante aún, bien abrigados. Si necesitáramos más protección en los días más fríos, podríamos añadir un chaleco polar que nos compacte más, sin añadir ni peso ni volumen. 

El hecho de vadear hasta casi el pecho, hace que nuestros finos vadeadores se estrujen contra nuestro cuerpo minimizando esa capa de aire que necesitamos para aislarnos de la heladora agua. Buscaremos entonces prendas densas que aguanten esa presión e incluso, no   parece una idea descabellada usar el neopreno en esos escenarios en los que vamos a estar vadeando profundo durante mucho tiempo. 

Por otro lado, no nos olvidemos de la chaqueta. Para mi es un elemento fundamental. Tiene una gran capacidad cortavientos y suelo usarla aunque no llueva. Indudablemente debe ser de la mejor calidad que nos podamos permitir, con una buena membrana tipo Goretex, resistente y hecha de un tejido recio parecido al de nuestro vader. Es importante que sea ligera por lo que evitaremos las que lleven forro interior ya que restará movilidad y nos dará demasiado calor durante los días más templados.

Además, aunque pueda parecer una tontería, durante estas temporadas no falta en mis bolsillos un calientamanos portátil. Tienen el tamaño de un teléfono móvil, se recargan fácilmente por medio de una toma USB y nos van a mantener las manos calientes durante horas. Para mi, que pierdo la sensibilidad de mis manos rápidamente con el frío, ha sido todo un descubrimiento.

Por último, seamos precavidos y no olvidemos llevar un juego completo de ropa de recambio en el coche. Todavía en estos inicios de temporada estamos torpes y un resbalón tonto puede hacer que nos demos un chapuzón o mojarnos simplemente un brazo. Aunque hierva la tabla, corre al coche a cambiarte y a sustituir las prendas empapadas ya que si tratas de aguantar, en sólo unos pocos minutos tu funcionalidad motriz quedará afectada para todo el día y la tiritona por hipotermia arruinará tu jornada. 

EQUIPO Y MOSCAS

Con respecto al equipo que llevaremos en la mano, no me extenderé mucho ya que es un tema subjetivo. Cada uno conoce perfectamente lo que más le gusta y con qué está cómodo. Soy de las que cambia mi equipo y mis bajos, subiendo o bajando una o dos numeraciones, dependiendo de la época del año o del escenario al que me enfrente. Teniendo en cuenta que, como hemos mencionado anteriormente, los inicios de temporada serán  posibles jornadas de peces grandes y poco “educados”, suelo usar numeraciones del #4 o #5. Ya habrá ocasión de pescar con la caña del #3 en los meses posteriores. Estamos en tiempos de caza mayor y hay que ir preparados.

Caña de 9’, siempre bajos de línea largos (mínimo de 5,5m hasta mi mosca) compuestos por un cónico enhebrado a mi línea al que le empalmo varios tramos de nylon hasta llegar al tippet. Este último de 1,5 m de longitud mínima. Aprender a manejar bajos largos da ventaja haciendo que todo sea más sutil y discreto evitando el dragado. Y es que no nos engañemos, aunque las truchas estarán glotonas, jamás tomarán una mosca que raye.

Volviendo de nuevo al tema económico, podemos gastarnos una fortuna en caña, carrete y línea, pero afortunadamente hoy en día, podemos encontrar estos elementos de bastante calidad a un precio asequible. Y si no eres un “Nadal” de la pesca, dudo mucho que consigas distinguir un equipo bien equilibrado de marca blanca de uno con pedrigree en una “cata a ciegas”. En mi opinión, no ocurre lo mismo en cuanto al hilo del tippet y el anzuelo. Son sin duda, los puntos críticos del sistema que nos une al pez y por esta razón, elijo los de la mejor calidad posible por resistencia y comportamiento. Si cualquiera de los dos falla, podemos perder una trucha trofeo. Son detalles que no implican un desembolso económico importante pero son la garantía para llevar nuestra captura a la sacadera.

Tampoco daré muchos consejos en cuanto a los calibres de hilo y anzuelo que uso, ya que podrían resultar aberrantemente gruesos para algunos pescadores. Reconozco que no pesco muchos peces en mis jornadas, pero me gusta “cazar” esos peces que me emocionan y a los que siempre les presento mi mosca en anzuelo reforzado y rara vez, con un terminal inferior al 0,14. Una sacadera XL, unas gafas polarizadas que den la máxima luz y de la mejor calidad completan mi equipo ideal. 

A mis moscas, en cambio y de manera general, sí que les doy importancia en mis jornadas. No soy amiga de llevar encima gran cantidad de cajas ni de patrones, he aprendido a economizar modelos y a no romperme mucho la cabeza con elecciones que creo que a la postre no serán decisivas. Básicamente, es tiempo de tener un buen número de olivas, sin entrar en matices ni referencias, aunque tengo que confesar que cada vez me gustan más los patrones con cuerpos de dubbing frente a sedas u otros materiales, en diferentes tamaños entre el #14 y el #20, con cercos y exhuvias. También considero importante tener cierto número de moscas de hackle, puesto que los días lluviosos son frecuentes y nuestra rhodani de CDC puede fatigarse fácilmente. Como ya hemos explicado anteriormente, el tiempo es oro y una buena mosca en pluma de gallo nos permitirá pescar más rápido y con menos falsos lances cuando la lluvia sea persistente, obteniendo un ritmo de pesca más eficaz. 

En definitiva, moscas bien construidas y siluetas equilibradas con el material justo sobre anzuelos reforzados pueden definir las imitaciones de mis cajas, sin prestar mucha atención a referencias míticas ni a plumas imposibles de conseguir.

Por último, ahora que ya tenemos el equipo preparado, enfundados en nuestras mejores galas y con las cajas de moscas a rebosar, llega la hora de la verdad. Tenemos que reconocer que todos estamos ansiosos por que llegue el día. Yo la primera. No han sido meses fáciles sin poder mojar las moscas, pero deberemos tener presente que se trata de unas semanas en las que el preciado legado genético de estos magníficos animales puede estar todavía en las graveras de nuestros ríos. No es raro observar parejas de truchas en plena freza en el mes de febrero y eso quiere decir que es fácil que haya puestas sin eclosionar. Tenlo en cuenta. Caminar y movernos por el cauce con sentido común es nuestra obligación y si nos consideramos pescadores sin muerte, esto implica mucho más que soltar los peces.

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