“Viajar no siempre es bonito. No siempre resulta cómodo. Per eso no importa. El viaje te cambia. Debe cambiarte.“
Anthony Bourdain.
Mirando hacia atrás, después de más de 25 años persiguiendo peces, me doy cuenta de que mi motivación ha cambiado y evolucionado en muchos sentidos. No estoy seguro de que el motor de mi pasión sea nunca más el simple hecho de sacar peces.
Durante mi infancia más temprana, me escapaba de casa en bicicleta para explorar los arroyos que rodeaban mi pueblo. Por supuesto era más divertido que ir al cine o jugar con mi hermana. Y quizá eso era todo: libertad y aventura. ¿Quién no ha sentido algo cuando mira un pozo por primera vez o cuando después de deambular por la orilla durante horas, finalmente descubres ESE pez?



El tiempo vuela y años más tarde, ese patio de juegos al rededor del pueblo se transformó en uno nacional. Quería pescar cuántos ríos fueran posibles y sacar los peces más grandes y difíciles de España. En este periodo, incluso estando obsesionado con los números, las medidas y los pesos, ahora me pregunto si realmente no buscaba otras cosas. Años más tarde, me doy cuenta de que los sentimientos que afloran antes no son aquellos con el pez más grande, sino aquellos que aúnan muchas más cosas al rededor de la pesca en si misma.
La pesca es mucho más que sacar peces y los peces que hoy más recuerdo son aquellos que representan la cima de un gran rascacielos, construido con exploración, aventura, compañerismo, desafíos técnicos y, a menudo, días en blanco explorando alguno de los rincones menos pescados del país.
Los limites de tu área de confort son algo que nos define como personas y por supuesto como pescadores. Cada vez que cruzamos esas fronteras, nos transformamos en algo mejor, más completo e interesante.

Por supuesto hay facturas a pagar: nunca más volveremos a ser los mismos. Nuestros ojos jamas volverán a ver la realidad como lo hicieron, porque ahora pueden ver más lejos. Sin embargo, nuestro corazón tampoco volverá a bombear de la misma forma en que lo hacia 20 años atrás cuando pescábamos por primera vez el río de casa, pero por el contrario no volveremos a tomar nada por regalado, puesto que cuanto más conocemos, más nos daremos cuenta del valor que tienen las cosas más pequeñas y cercanas.
Viajar es un ejercicio de humildad y de coraje. Un juego en el cual siempre tenemos que adentrarnos en lo desconocido y aceptar que, en ese terreno, todos somos iguales: unos inocentes principiantes que afrontan ese reto por primera vez. O como me gusta mirarlo: bienvenidos de nuevo a la niñez, donde nada era tan difícil como parecía, pero en tu opinión, cada día era diferente, desafiante y también gratificante.
Eso significa que muchas veces no triunfaremos, porque incluso cuando viajas al otro lado del mundo en busca de peces, tienes opciones de que éstos se comporten como lo que son. Sin embargo, siempre he pensado que aprendí más de mis fracasos que de mis aciertos, o lo que es lo mismo: los peces que más me enseñaron, fueron aquellos que no conseguí sacar.
Esto es parte de este deporte, donde preguntas sin respuestas están siempre presentes en la ecuación, y donde lo desconocido y el misterio son la mejor parte del trato. Diría que esa es la verdadera definición de magia y es en ese punto donde la pesca y el viaje se encuentran.
El conocimiento te hará libre, pero a veces, el misterio es la fuerza de atracción más grande de todas, al menos para aquellos que están deseando emprender un nuevo viaje.
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